Quien es Ariadna
Graduada de la Escuela Vocacional de Arte “José María Heredia” en el 1989 y de la Escuela Profesional de Artes Plásticas “José Joaquín Tejada” en el 1994, Ariadna Gallardo es un exponente de la rica tradición artística de Santiago de Cuba. Aunque hoy la tenemos en otro Santiago (el de Chile) desde su iniciación profesional con la exposición personal La familia, hizo galas de un aprendizaje profundo y riguroso de esa tradición, que también le llega a través de su madre la pintora Julia Valdés. De este período de aprendizaje nos ha dicho: “Con relación a mi época de estudiante el referente mas cercano es mi mamá, no en lo formal, sino más bien por todo lo que en mi vida generaba su obra, pasión y perseverancia. Esas noches de trabajo donde yo era entonces una simple observadora, preguntona de los procesos creativos, tiene –indudablemente- que haber influido en mi retina y en el modo de enfrentar el arte, aunque está claro que mi lenguaje no tiene nada que ver con el de ella.”
Y en efecto, su figuración, y más que eso, su concepción general, se acerca a la de otros grandes de la pintura cubana y universal. Pienso por ejemplo en Antonia Eiriz por ese halo poético que parece conquistarnos desde el dolor o más bien desde una sonrisa burlesca; en las ensoñaciones de las mujeres-pájaros de Zaida del Río; o por su visión más introspectiva (individualizada) y aleccionadora en las obras de aquella otra cubana, Jacqueline Abbdalá. Por otro lado, si bien se emparienta con el detallismo lacerante de Frida Khalo, también creará figuraciones cercanas al surrealismo expresionista de Leonora Carrington. Sin embargo, Ariadna nunca ha dejado de tomar distancia de estos antecedentes tan conocidos. Muestra de ello son las obras que a finales de los años 90 dedicara al tema del cambio, del salto o crecimiento espiritual del individuo. Es allí donde su visión enfatiza el cariz personal y femenino.
El cuerpo como continente hasta entonces físico deviene espacio simbólico de una visión universalista al tiempo que específica y particular. Temas y arquetipos como los de la mujer caracol (con su casa y su familia a cuesta; vaso comunicante que alimenta y nutre desde sí a los demás), la mujer araña (que teje y desteje a su antojo ciertos destinos), la madre ponedora (dispersando sus óvulos sangrantes), o la caverna mujer (homóloga del cuerpo vulva y la casa cuerpo) se complementan con formas circulares alusivas a una intimidad protegida, con el regodeo en detalles (medias, tejidos, hilos, etc.), o con el uso de textos como necesidad exteriorizada de entendimiento; todo ello reforzando el carácter pormenorizado en que se define su simbología. Así mismo lo personal aunque nace de su experiencia como mujer-hija y mujer-madre, y de su confrontación como individuo en diferentes contextos culturales, sociales o situaciones, deriva en modelos de representación no necesariamente autobiográficos. Aun cuando representa problemas existenciales, incluso, situaciones personales Ariadna toma distancia de sí para representar lo cotidiano de modo que, si bien se enlaza con ese decálogo que ha trascendido como prueba de feminidad (“obra femenina”, “artista mujer”, “discurso femenino”, “postura feminista”, etc…, etc…), no estamos ante los dictámenes de una “política de representación”, antes bien frente a estrategias o recursos devenidos tradición que a la altura de estos años y a la mano de cualquier artista, sirven a su expresión.
Su sello radica sin dudas en el tono con que asume lo pictórico. Buena parte de su obra homologa al ser humano con una fauna extraña y no siempre complaciente. Por ejemplo, el pájaro, como figura animal recurrente, es un símbolo que refiere tanto a la libertad del vuelo, como a la nobleza e indefensión; y la cualidad suave de sus plumas puede ser tan sugestiva como grotesca sus vísceras desbordadas por la muerte. En correspondencia una paleta inicialmente brillante y por tanto aparentemente festiva, y luego más moderada, nos regala imágenes perturbadoras del lado oscuro de la felicidad; no su cara opuesta sino esa zona en la que se confunden placer y confusión, satisfacción y desagrado. Pero de casta le viene al galgo y si no dudo de sus posibilidades como artistas para desarrollar estos enunciados en otros medios y técnicas, tampoco es casual que su desempeño pictórico muestre firmeza y dominio del espacio, de la forma y del color, y lo que podría ser más trascendente originalidad, autenticidad y riesgo.
La Habana, diciembre del 2006
“Los hilos de Ariadna”
de Dannys Montes de Oca Moreda